viernes, 2 de enero de 2015

Aparición de la Virgen del Pilar al Apóstol Santiago

HISTORIA DE LA VIRGEN DEL PILAR



La Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, en España, es considerada el primer Santuario Mariano de la cristiandad. De acuerdo a la tradición católica después de Pentecostés (hacia 30 dC), cuando los apóstoles son enviados a la predicación, Santiago el Mayor habría cruzado el Mar Mediterráneo y desembarcado en la Hispania (actuales España y Portugal) para predicar el Evangelio. Cuenta la historia que en la noche del 2 de enero del año 40, la Virgen María se le Apareció en la región de Caesaraugusta, a orillas del río Ebro.

El apóstol Santiago, primer apóstol mártir, había viajado desde Jerusalén hasta Cádiz (España). Sus predicaciones no fueron bien recibidas, por lo que se trasladó posteriormente a Zaragoza. Aquí se convirtieron muchos habitantes de la zona. Estuvo predicando también en Granada, ciudad en la que fue hecho prisionero junto con todos sus discípulos y convertidos. Santiago llamó en su ayuda a la Virgen María, que entonces vivía aún en Jerusalén, rogándole lo ayudase. La Virgen le concedió el favor de liberarlo y le pidió que se trasladara a Galicia a predicar la fe, y que luego volviese a Zaragoza.

Santiago cumplió su misión en Galicia y regresó a Zaragoza, donde corrió muchos peligros. Una noche, el apóstol estuvo rezando intensamente con algunos discípulos junto al río Ebro, cerca de los muros de la ciudad, pidiendo luz para saber si debía quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y Le pedía que rogara con él para pedir consejo y ayuda a Su Divino Hijo Jesús, que nada podía entonces negarle. De pronto, se vio venir un resplandor del cielo sobre el apóstol y aparecieron sobre él los Ángeles que entonaban un canto muy armonioso mientras traían una columna de Luz, cuyo pie, en medio de un rayo luminoso, señalaba un lugar, a pocos pasos del apóstol, como indicando un sitio determinado.

Sobre la columna, se le Apareció la Virgen María. Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando de rodillas, y recibió internamente el aviso de María de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse. María le indicó que, una vez terminada la iglesia, debía volver a Jerusalén. Santiago se levantó, llamó a los discípulos que lo acompañaban, que habían oído la música y visto el resplandor; les narró lo demás, y presenciaron luego todos cómo se iba desvaneciendo el resplandor de la Aparición. En el Lugar de la Aparición, se levantó lo que hoy es la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, un lugar de peregrinación famoso en el mundo entero que no fue destruido en la guerra civil española (1936-1939), puesto que las bombas que se lanzaron no explotaron, pudiéndose hoy en día verse expuestas en el interior de la Basílica.

Santiago partió de España, para trasladarse a Jerusalén, como María le había ordenado. En este viaje visitó a María en Éfeso. María le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera. Santiago se despidió de María y de su hermano Juan, y se dirigió a Jerusalén, donde al poco tiempo fue hecho prisionero.

Fue llevado al monte Calvario, fuera de la ciudad. Durante el recorrido, estuvo predicando y aún fue capaz de convertir a algunas personas. Cuando le ataron las manos, dijo: “Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua”. Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y lo sanase. El apóstol le contestó: “Ven tú hacia mí y dame tu mano”. El tullido fue hacia Santiago, tocó las manos atadas del apóstol e inmediatamente sanó.

Josías, la persona que había entregado a Santiago, fue corriendo hacia él para implorar su perdón. Este hombre se convirtió a Cristo. Santiago le preguntó si deseaba ser bautizado. Él dijo que sí, por lo que el apóstol lo abrazó y le dijo: “Tú serás bautizado en tu propia sangre”. Y así se cumplió más adelante, siendo Josías asesinado posteriormente por su fe. En otro tramo del recorrido, una mujer se acercó a Santiago con su hijo ciego para alcanzar de él la curación para su hijo, obteniéndola de inmediato.

Una vez llegado al Monte Calvario, el mismo lugar donde años antes fue crucificado Nuestro Señor, Santiago fue atado a unas piedras. Le vendaron los ojos y le decapitaron. El cuerpo de Santiago estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén. Cuando se desencadenó una nueva persecución, lo llevaron a Galicia (España) algunos discípulos.

En siglos posteriores y hasta el momento actual, numerosos fieles, principalmente de Europa, recorren parcialmente el ‘Camino de Santiago’ que les conduce a la tumba del Santo, con el fin de pedir perdón por sus pecados.


Aparición de la Virgen María al Apóstol Santiago según revelación a la Beata María de Jesús de Ágreda:

“Manifestósele a Santiago la Reina del Cielo desde la nube y trono donde estaba rodeada de los Coros de los Ángeles... El dichoso Apóstol se postró en tierra y con profunda reverencia adoró a la Madre de su Creador y Redentor y vio juntamente la Imagen y Columna o Pilar en mano de algunos Án­geles. La piadosa Reina le dio la bendición en Nombre de Su Hijo San­tísimo y le dijo:

“Este lugar ha señalado y destinado el Altísimo y Todopoderoso Dios del Cielo, para que en la Tierra Le consagréis y dediquéis un Templo y Casa de Oración, de donde debajo del Tí­tulo de Mi Nombre quiere que el Suyo sea ensalzado y engrandecido, y que los Tesoros de Su Divina Diestra se comuniquen, franqueando liberalmente Sus antiguas Misericordias con todos los fieles; y que por Mi Intercesión las alcancen, si las pidieren con verdadera fe y piadosa devoción. Yo, en Nombre del Todopoderoso, les prometo gran­des favores y Bendiciones de dulzura y Mi verdadera protección y amparo, porque éste ha de ser Templo y Casa Mía y Mi propia he­rencia y posesión. Y en testimonio de esta Verdad y Promesa quedará aquí esta Columna y colocada Mi propia Imagen, que en este lugar donde edificaréis Mi Templo perseverará y durará con la Santa Fe has­ta el fin del mundo.” [1]





[1] Ágreda, Madre Sor María de Jesús, “Mística Ciudad de Dios.” Tercera Parte, Libro 7, Capítulo 17, Nº 352.


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